He estado repasando las
fotos de las últimas vacaciones en la playa y voy a compartir
algunas... tranquilos, no voy a colocar un rollo con fotos de
palmeras y mojitos, y los que me conocen saben que teniendo aquí
playa todo el año, apenas la piso salvo cuando llueve, a ser
posible. Las últimas vacaciones empezaron en una playa, en Tenerife,
sí, pero en el entorno excepcional del festival Starmus 2014: una
reunión única de científicos, astro- y cosmonautas y algunos
músicos, más muchos aficionados de todo el mundo.
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Vía Láctea y luces de la Gomera, desde el hotel |
Ya se ha
reportado mucho incluso en los medios de comunicación de todo tipo,
así que no voy a hacer yo un reportaje. Pero nuestra impresión
personal fue de alucine (en el sentido de sensación de irrealidad)
continuo al estar rodeado de astrofísicos (Robert Williams, el autor
del Hubble Deep Field, por ejemplo), químicos (bueno, uno pero muy
bueno, Harold Kroto, aparte de mí y mi señora, claro), físicos
(muchos, pero el más especial fue Robert Wilson, el tipo que
descubrió con Penzias la radiación de fondo de microondas y le
dieron el premio Nobel por ello), bio/antropólogos (como Richard
Dawkins, un personaje polémico y digno de admiración), astronautas
(uno que caminó sobre la luna, Charlie Duke) y leyendas del espacio
(Alexei Leonov) y del rock (Brian May)... varios premios Nobel y
algún aspirante según confesión propia (Stephen Hawking, hey, con
tratamiento de “estrella”), y todos allí mezclados con la plebe
(nosotros) y charlando como si tal cosa, en el hotel, y en la
playa... por eso digo que sí, en la playa pero no cualquier playa.
Además, he de decir que las conferencias que dieron estuvieron a la
altura de su fama: excepcionalmente buenas. Y el debate que tuvo
lugar en el GTC de La Palma, sorprendentemente ameno y calentito... Y con unos cuantos solos de guitarra de Dr. Brian May y otras músicas de lujo. En fin.
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Dr Brian May y Rick Wakeman en escena |
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Stephen Hawking y la antropóloga Katerina Harvati |
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La Gomera desde el hotel |
Bien, después del
festival hubo un curso de astrofotografía, dentro del programa de
Starmus, en el Observatorio del Teide. Me apunté y desde luego fue
una magnífica inversión. El entorno del Observatorio, en el borde
del Parque Nacional, con paisajes soberbios tanto de día como de
noche, ya hubiera merecido la pena de por sí. Además, el trato y
hospitalidad recibidos del personal del Observatorio y en particular
de su director, Miquel Serra, nos hicieron sentir parte de la
comunidad que allí “habita”. Muchas gracias, Miquel. Y por
supuesto, los profesores y sus charlas: Allí tuvimos tres días (y
noches, más o menos) a Damian Peach, Rogelio Bernal y David Eicher.
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Los profes Peach, Eicher y Bernal. Espero que no les importe que suba la foto que les hice. |
El grupo de asistentes era de lo más variopinto: varios científicos
del IAC, un compañero de Tenerife y un subgrupo del “resto del
mundo” de variados niveles e intereses, desde algún novato hasta
un experto empleado de Celestron.
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Picos Teide y Viejo, desde el Oeste |
El Parque Nacional del
Teide me ha sobrecogido desde la primera vez que lo visitamos en
1992, cuando, tras un interminable invierno en Holanda, nos sentimos
necesitados de luz. Allí percibo la hostilidad de la naturaleza en
su esencia: el universo es hostil para la vida, para el homo sapiens,
en su casi totalidad. Nos hemos creado una efímera burbujilla de
comodidad en este planeta, y eso es nuestro mérito, pero
reconozcamos que este pequeño paraíso es insignificante en el
espacio y en el tiempo. La mayor parte del mundo exterior no es
amigable para nosotros: y el desierto áspero y nítido, de lava
cortante, que es el Teide, me lo recuerda a cada momento. De noche la
negrura es absoluta en el parque. Lamentablemente, es cierto que el
cielo no es lo que cabría esperar: la contaminación lumínica de
las ciudades de Tenerife acaba trepando hasta los más de 2000 metros
de la caldera del Teide y asoma por el horizonte, simulando un
permanente amanecer y luchando contra una esplendorosa luz zodiacal.
Siempre como referencia acudo de noche a la mole triangular del
Teide, tanto desde el Observatorio en Izaña como desde el Parador.
Por la noche, al trazar las curvas de la carretera que recorre el
parque, sólo veo unos pocos metros delante de mi pero intuyo lo que
me rodea, enormes vacíos y masas de entrañas silíceas de la
Tierra, vomitadas hace tiempo y ahora cristalizadas en negro
absoluto. De día los colores de la lava me desconciertan y querría
guardar un trocito de cada color, ya no como coleccionista de
minerales, sino de colores innombrables. Allí me acuerdo de Verne y
Lovecraft e imagino cósmicas catástrofes -volcanes, océanos,
cometas...- que han sucedido, y las que sucederán y serán
olvidadas, hasta que no quede nadie para contemplarlas.
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El Teide de noche desde el Parador |
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Vía Láctea, a pesar de la Luna justo al lado, con nubecillas, desde el Observatorio |
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Teide con boina, desde el Observatorio |
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La isla de Gran Canaria al fondo, y nube.ovni, desde el observatorio |
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Anochecer desde el Observatorio del teide |
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Roques de García a la puesta de Luna y de Vía Láctea |
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