domingo, 1 de diciembre de 2013

De bolas de polvo y hielo

Hace muchos años, quizá cientos, o miles, algo pasó en la nube de Oort. Esa zona de las afueras del sistema solar, donde el sol ya ni calienta y apenas luce un poco más que otras estrellas, pero donde llega su gravedad, muy debilitada por el cuadrado de la distancia. La "nube", curiosa manera de hablar de una zona enormemente vacía, es donde quedan los escombros de la formación del sistema solar, fragmentos de polvo cósmico acumulado en grumos de cientos de metros de diámetro, quizá unos kilómetros. Bolas de polvo primigenio, de hielo y de gases congelados, que nada ha alterado desde hace unos cuatro mil millones de años. Desde allí arriba, ese balcón del sistema solar, han contemplado cómo se formaban sus hermanos mayores, los planetas, enanos y grandes, y les han visto a veces chocar entre ellos en enormes cataclismos, han visto madurar al sol y hacerse una apacible estrella amarilla, tan lejana e inofensiva. Pero, de vez en cuando, algo perturba la paz helada de la nube de Oort. Puede ser que, en sus órbitas inconmensurables, dos de estas bolas de hielo y polvo pasan inusualmente cerca una de otra, sus gravedades se cruzan y chocan y una de ellas ve su órbita irremediablemente alterada, y es lanzada de repente hacia las profundidades del sistema solar, hacia la estrella amarilla que toma el mando gravitatorio y cerrará el destino de ese objeto. Cada vez más rápido, la masa de hielos cruzará las órbitas de planetas enanos como Plutón o Eris, mucho más tarde la de Neptuno, meses más tarde la de Urano, Júpiter... Si Júpiter casualmente está en las inmediaciones, puede que le robe al sol su poder sobre este objeto y Júpiter lo puede devorar como ocurrió con el cometa Shoemaker-Levy. Sí, a estas alturas, la bola de hielo y polvo primigenios ya se ha convertido en un cometa. Al acercarse al sol, los componentes más volátiles se van sublimando, formando una nube de gases, o "coma" alrededor del núcleo. Al cruzar la órbita de Marte, de la Tierra (ojalá la Tierra no se encuentre por allí en ese momento), el hielo y el polvo ya se han recalentado bastante como para salir del núcleo, bufando, hirviendo a chorros, formando la cola del cometa. Nuestra bola original, que jamás había experimentado temperaturas alejadas del cero absoluto, ahora cae inexorable hacia la estrella que impone su poder gravitatorio. Los astrónomos de la Tierra ya habrán determinado con precisión su órbita, y sabrán si es elíptica (el cometa volverá a acercarse al sol muchas veces) o hiperbólica (una sola vez, y lo que quede de él volverá a los abismos interestelares). En 2012, unos astrónomos rusos detectaron una de estas bolas de polvo muy lejos. Pronto vieron que esta bola podía ser un espectáculo al acercarse al sol, al pasar por su perihelio. Era el cometa C/2012 S1 ISON. Se creó una enorme expectación, alimentada por los medios, ávidos de noticias espectaculares, y pronto exagerada hasta lo ridículo. Los especialistas, sin embargo, eran precavidos, y avisaban de que un cometa que por primera vez se acerca al sistema solar interno, y luego al sol, es imprevisible. Muchos otros como él habían sucumbido al brutal impacto del sol, impacto de radiación y partículas. Y más considerando que ISON iba a pasar, en su perihelio, prácticamente rozando la superficie del sol.

El cabo de Salou a la izquierda, Mercurio sobre el horizonte en el centro, el cometa ISON a la izquierda


La realidad ha confirmado, desde luego, la imprevisibilidad, y ha descolocado a todos los expertos del ramo. ISON pareció, antes del perihelio, decepcionar las expectativas, hubo algunas ráfagas de luminosidad que hicieron crecer esperanzas, pero en el perihelio, justo donde culminó la matemática curva hiperbólica iniciada cientos de años atrás en la nube de Oort, y a una velocidad pasmosa (más de 60 kilómetros por segundo), ISON no pudo aguantar las embestidas del sol, sus eyecciones de masa coronal, su radiación, su calor, y se deshizo en una nube de polvo. Justo tras el perihelio pareció que algo había sobrevivido, pero pronto se vio que era sólo polvo y gas disperso, extendiéndose según se alejaba del sol, perseguido por él. ISON no será un "cometa del siglo", y nunca volverá. Pero, antes de que llegara al perihelio, fue un cometa bonito, sin estridencias, digamos del montón, visto desde la Tierra.


En la foto, Mercurio a la izquierda, ISON en el centro


Una muy desapacible noche de Noviembre, el 22 viernes, me levanté a las cinco y media de la madrugada, para salir a verlo y fotografiarlo. El viento aullaba como lo suele hacer en esta zona cerca del final del Ebro, y eso junto con una temperatura de 7ºC no invitaba a salir fuera, bajar a la playa, y quedarse aguantando las embestidas del aire. En la playa me encontré con otro compañero e hicimos unas cuantas fotos a ISON. Bonito amanecer, barrido de nubes, con Mercurio dominando el Este y estrellas de Virgo más arriba, Spica algo menos brillante que Mercurio, e ISON, no visible a simple vista, allí cerca de ambos. Vi con prismáticos su bola peluda, llegando de los confines de nuestro vecindario estelar, y camino de su destrucción... nadie lo sabía entonces. Los pesqueros de Cambrils salieron a faenar, valientes con este viento, e iluminaron el horizonte un rato.


Ya casi al amanecer, salen los pesqueros de Cambrils. ISON se va difuminando al iluminarse el cielo.

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