jueves, 11 de diciembre de 2014

Estrellas de la ciencia, y del cielo, en Tenerife; ah, y de la música

He estado repasando las fotos de las últimas vacaciones en la playa y voy a compartir algunas... tranquilos, no voy a colocar un rollo con fotos de palmeras y mojitos, y los que me conocen saben que teniendo aquí playa todo el año, apenas la piso salvo cuando llueve, a ser posible. Las últimas vacaciones empezaron en una playa, en Tenerife, sí, pero en el entorno excepcional del festival Starmus 2014: una reunión única de científicos, astro- y cosmonautas y algunos músicos, más muchos aficionados de todo el mundo. 
Vía Láctea y luces de la Gomera, desde el hotel

Ya se ha reportado mucho incluso en los medios de comunicación de todo tipo, así que no voy a hacer yo un reportaje. Pero nuestra impresión personal fue de alucine (en el sentido de sensación de irrealidad) continuo al estar rodeado de astrofísicos (Robert Williams, el autor del Hubble Deep Field, por ejemplo), químicos (bueno, uno pero muy bueno, Harold Kroto, aparte de mí y mi señora, claro), físicos (muchos, pero el más especial fue Robert Wilson, el tipo que descubrió con Penzias la radiación de fondo de microondas y le dieron el premio Nobel por ello), bio/antropólogos (como Richard Dawkins, un personaje polémico y digno de admiración), astronautas (uno que caminó sobre la luna, Charlie Duke) y leyendas del espacio (Alexei Leonov) y del rock (Brian May)... varios premios Nobel y algún aspirante según confesión propia (Stephen Hawking, hey, con tratamiento de “estrella”), y todos allí mezclados con la plebe (nosotros) y charlando como si tal cosa, en el hotel, y en la playa... por eso digo que sí, en la playa pero no cualquier playa. Además, he de decir que las conferencias que dieron estuvieron a la altura de su fama: excepcionalmente buenas. Y el debate que tuvo lugar en el GTC de La Palma, sorprendentemente ameno y calentito... Y con unos cuantos solos de guitarra de Dr. Brian May y otras músicas de lujo. En fin.
Dr Brian May y Rick Wakeman en escena
Stephen Hawking y la antropóloga Katerina Harvati


La Gomera desde el hotel

Bien, después del festival hubo un curso de astrofotografía, dentro del programa de Starmus, en el Observatorio del Teide. Me apunté y desde luego fue una magnífica inversión. El entorno del Observatorio, en el borde del Parque Nacional, con paisajes soberbios tanto de día como de noche, ya hubiera merecido la pena de por sí. Además, el trato y hospitalidad recibidos del personal del Observatorio y en particular de su director, Miquel Serra, nos hicieron sentir parte de la comunidad que allí “habita”. Muchas gracias, Miquel. Y por supuesto, los profesores y sus charlas: Allí tuvimos tres días (y noches, más o menos) a Damian Peach, Rogelio Bernal y David Eicher.
Los profes Peach, Eicher y Bernal. Espero que no les importe que suba la foto que les hice.
El grupo de asistentes era de lo más variopinto: varios científicos del IAC, un compañero de Tenerife y un subgrupo del “resto del mundo” de variados niveles e intereses, desde algún novato hasta un experto empleado de Celestron.
Picos Teide y Viejo, desde el Oeste


El Parque Nacional del Teide me ha sobrecogido desde la primera vez que lo visitamos en 1992, cuando, tras un interminable invierno en Holanda, nos sentimos necesitados de luz. Allí percibo la hostilidad de la naturaleza en su esencia: el universo es hostil para la vida, para el homo sapiens, en su casi totalidad. Nos hemos creado una efímera burbujilla de comodidad en este planeta, y eso es nuestro mérito, pero reconozcamos que este pequeño paraíso es insignificante en el espacio y en el tiempo. La mayor parte del mundo exterior no es amigable para nosotros: y el desierto áspero y nítido, de lava cortante, que es el Teide, me lo recuerda a cada momento. De noche la negrura es absoluta en el parque. Lamentablemente, es cierto que el cielo no es lo que cabría esperar: la contaminación lumínica de las ciudades de Tenerife acaba trepando hasta los más de 2000 metros de la caldera del Teide y asoma por el horizonte, simulando un permanente amanecer y luchando contra una esplendorosa luz zodiacal. Siempre como referencia acudo de noche a la mole triangular del Teide, tanto desde el Observatorio en Izaña como desde el Parador. Por la noche, al trazar las curvas de la carretera que recorre el parque, sólo veo unos pocos metros delante de mi pero intuyo lo que me rodea, enormes vacíos y masas de entrañas silíceas de la Tierra, vomitadas hace tiempo y ahora cristalizadas en negro absoluto. De día los colores de la lava me desconciertan y querría guardar un trocito de cada color, ya no como coleccionista de minerales, sino de colores innombrables. Allí me acuerdo de Verne y Lovecraft e imagino cósmicas catástrofes -volcanes, océanos, cometas...- que han sucedido, y las que sucederán y serán olvidadas, hasta que no quede nadie para contemplarlas.
El Teide de noche desde el Parador

Vía Láctea, a pesar de la Luna justo al lado, con nubecillas, desde el Observatorio

Teide con boina, desde el Observatorio

La isla de Gran Canaria al fondo, y nube.ovni, desde el observatorio

Anochecer desde el Observatorio del teide

Roques de García a la puesta de Luna y de Vía Láctea

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