Hay quien dice, con mucha razón, que todas las fuentes de energía son solares, de una u otra manera. El carbón y el petróleo concentran los compuestos químicos que la fotosíntesis, generada por la luz de un sol joven, sintetizó hace cientos de millones de años. El viento se produce por el calentamiento de la atmósfera por el sol. Nuestra estrella es la que hace que llueva y podamos producir energía hidroeléctrica. La nuclear de fisión es la única en la que el sol no participa directamente, aunque el uranio que se fisiona se creó durante la muerte de una generación anterior de estrellas, en el gran estallido con el que muchas estrellas ponen fin a su vida como tal.
Pero hoy día la tecnología nos permite capturar la energía del sol de manera directa. Hay muchas maneras, pero se resumen en dos conceptos: aprovechar la energía del sol a través del calor, o bien transformar la radiación solar directamente en corriente eléctrica mediante paneles “fotovoltaicos”.
El calor solar ya se aprovecha de varias maneras. Industrialmente, hay algunas instalaciones (una en Almería, de las mayores de Europa) en que muchos grandes espejos concentran gran cantidad de radiación en un punto, cuya temperatura se eleva hasta generar vapor y por tanto electricidad. Son sin embargo instalaciones escasas aún, casi experimentales, y que aún aportan muy poca fracción de la energía que la sociedad utiliza. El uso doméstico se ha desarrollado más, sobre todo en forma de paneles solares para calentar agua sanitaria. Estos paneles se suelen instalar en los tejados y son relativamente comunes en edificios de reciente construcción, como muchos hoteles, hospitales y bloques de pisos. Pero también muchas casas particulares tienen paneles; muchas instituciones como gobiernos autónomos y ayuntamientos dan importantes subvenciones para estas instalaciones. En algunas ciudades, como Barcelona y, por lo que nos toca, Cambrils, hay una normativa que exige a todo edificio nuevo que tenga ya instalados paneles solares para agua caliente. No tengo sin embargo datos del grado de cumplimiento de esta norma. Es sin embargo algo que con las subvenciones adecuadas no debería encarecer mucho la construcción y que en todo caso se amortiza en pocos años. Hay gran cantidad de empresas instaladoras, también unas cuantas en Cambrils.
La energía fotovoltaica se basa en un efecto físico de algunos materiales (como el silicio) en el que la luz que incide provoca una corriente eléctrica que se puede recoger. Industrialmente se produce mediante paneles de silicio, que se conectan unos a otros para conseguir mayor intensidad de corriente y voltaje. La gran mayoría de estas instalaciones son domésticas; el aprovechamiento industrial está en sus inicios. Sin embargo, el alto coste de estas instalaciones las hace todavía poco rentables salvo para zonas donde no hay suministro eléctrico de la red, como instalaciones casas aisladas en la montaña o el campo. Es cierto que las compañías eléctricas están obligadas a comprar el exceso de energía que un particular produzca con sus paneles fotovoltaicos, pero en la práctica esto es poco relevante para el individuo que se quiera poner unos paneles en su tejado. Por supuesto, la tecnología va avanzando, y cada vez veremos paneles fotovoltaicos más baratos o con mayor rendimiento. Esperemos que el encarecimiento del petróleo al menos sirva para que se aceleren las investigaciones en estas tecnologías.
Los grandes problemas de la energía solar (y de la eólica en cierta medida) son dos: su dispersión y su irregularidad. Evidentemente la cantidad de energía aprovechable que un metro cuadrado de terreno recibe al año es pequeña comparada con las necesidades que tiene hoy un hogar medio, y además depende mucho del clima, y esa energía no se reparte por igual a lo largo del año. Es precisamente en invierno cuando más falta hace pero cuando más escasa es. Hoy la energía solar supone menos de un 1% de la energía generada. Con los niveles de eficacia energética de hoy, haría falta muchísimo terreno “alicatado” con paneles para que se convirtiera en una fuente significativa de energía, y su coste por kilovatio-hora es aún más de tres veces superior a los combustibles fósiles o incluso la eólica o nuclear. Pero con la inversión en I+D adecuada, y el compromiso de todos nosotros, su horizonte futuro se presenta claro y soleado.
Jesús Nieto Palomo
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